10.26.2006

PROSOEMA No. 2 (27/10/2006)






EN ESTA SEGUNDA APARICIÓN de Prosoema en forma de revista web, hacemos un pequeño homenaje a Amenodoro Urdaneta, el autor del primer libro de literatura dirigida a los niños que se escribió en Venezuela. Urdaneta, quien era hijo del general Rafael Urdaneta, uno de los principales próceres del proceso de Independencia, fue un escritor moralista (como nuestro abochornado león de portada), y su forma de ver el mundo condicionó de tal manera sus textos que hoy apenas se le recuerda.
Sin embargo, tuvo el mérito de iniciar el camino por el que, con nuevos y no tan nuevos puntos de vista, hoy muchos transitamos.
Como nuestros homenajes tienen como característica no la presentación de un estudio crítico, sino de una muestra de la obra de los homenajeados, en los renglones que siguen ofrecemos tres poemas de Amenodoro Urdaneta y un breve texto suyo sobre la mitología greco-romana, tomados todos de la obra a la que se alude más abajo.
Con frecuencia, haremos este tipo de homenaje para dar a conocer y/o recordar a los pioneros en el campo de la literatura para niños y jóvenes, no sólo de Venezuela, sino de América toda y del resto del mundo.
Creemos firmemente que nunca se debe perder el contacto con el pasado, pues en él se encuentran las raíces de lo que somos. Si no sabemos quiénes somos y por qué somos así y no de otro modo, estamos condenados a girar eternamente alrededor de la incoherencia, como un insecto volador que confunde la luz de un farol con la de una estrella.
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EL PRIMER LIBRO
DE LITERATURA INFANTIL
EN VENEZUELA


El libro de la infancia, por un amigo de los niños (1865) de Amenodoro Urdaneta es, hasta el momento, el primer libro de literatura infantil publicado en Venezuela. Existen dos ediciones físicas de esta obra: la primera, de 1865, y la segunda, de 1998, esta última con prólogo de la investigadora y escritora María Elena Maggi. Hay, además, una edición facsimilar que puede bajarse como e–libro en la Biblioteca Digital Andina: (www.comunidadandina.org/bda/).
En esa obra, Urdaneta (1829–1905), al no poder resolver el problema de la literatura con intermediarios, que es la literatura para niños, escribió un prólogo para los padres, un prólogo para los maestros y una pequeña nota para los críticos. Sólo faltó una para los bibliotecólogos.
Los demás textos, fabulas en verso, cuentos en prosa, reflexiones morales y pequeñas noticias están dedicados a los niños.
En el capítulo de la fábulas (p. 131 de la primera edición) hay una nota: “No a los niños, sino a los críticos”, que dice: “Tened cuenta que estas fabulillas son escritas para quien son escritas, y adaptadas a una razón y una erudición menos llenas y desarrolladas que las vuestras. No vayáis, pues a malgastar vuestro tiempo y vuestro saber en unas obras tan fútiles como éstas, cuando hay otras que reclaman vuestro escalpelo literario y le ofrecen abundante pasto... Sería, además inútil vuestro empeño; pues todo lo que pudierais decir, yo me lo sé. Así, cuento con vuestra indulgencia: y en premio, os regalo algunos de sus presentes juguetillos, que os dedica mi sincera amistad”.
Ofrecemos a l@s lector@s y los lectores de Prosoema una muestra de algunos “juguetillos” de Amenodoro Urdaneta, con la ortografía actual.
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POEMAS DE
AMENODORO URDANETA



El hombre y el zancudo

Un zancudo, a ver, se estaba
en una oreja parado,
y zumbaba y más zumbaba.
El de la oreja roncaba
bien dormido y descuidado.

Mas, a poco despertó,
al repetido tintín,
y es fama que se rascó;
luego el zancudo volvió
a su tocata sin fin.

El hombre se revolcaba
entre despierto y dormido;
la oreja se machacaba;
el zancudo se escapaba
para tornar al zumbido.

Al fin el hombre acertó,
y una buena palmada
al músico acarició.
!Qué caricia tan salada!
No me la quisiera yo.
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El chivo y el mono



Un dios (no sé cuál sea,
Mercurio, o bien Astrea)
por una ofensa leve puso al chivo
orejas de jumento.
–!Era verlo de contento!
Pero esto (él era el rey) le dio motivo
para dar a los suyos un decreto
de guardar bajo penas el secreto.

Mas un mono del chivo era barbero:
no es preciso decir que mucho hablaba,
pues saben todos que en el mundo entero
la barberil ocupación bastaba
para hacer sordos a los mismos cielos.
–Del rey tantos anhelos
Por reservar el caso a las naciones
en manos del barbero se quedaron,
y los diablos (qué horror) se los llevaron.


El mono, que de ganas reventaba
de decir el secreto, encontró el modo
de salir con la suya (para todo
lo halla la barberil inteligencia):
subióse a la eminencia
de cercana colina,
y haciendo un hoyo en tierra, ¿quién de un mono,
y de un mono barbero se imagina
las cosas, los inventos?
Le contó el secreto (esta maldita
costumbre... En fin, si el caso necesita
digresiones, y notas, y comentos,
otros pueden hacerlos, no me opongo).
“Aquí, dijo el barbero, yo dispongo
las cosas, de manera que con esto
nadie descubrirá que yo he faltado
a una ley que me tuvo algo indigesto.”
Y cuando así decía
otra vez con la tierra lo cubría.

Poco tiempo después nació una palma
en el hoyo fatal ¿Quién lo creyera?
Semilla verdadera
es sin duda, lectores, el secreto.
Las ramas de la palma repetían,
por el viento agitadas, las palabras
que dijo el mono y prohibió el decreto:

y a poco tiempo con dolor profundo
del chivo rey, se supo en todo el mundo,
que orejas de asno su merced tenía.
Saberse no podía
quién reveló el secreto...

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Los dos perros


Dos perros perseguían
a una tierna perdiz: mas no podían
alcanzarla, (y estoy imaginando
que el caso era imposible,
pues que la tal perdiz iba volando).

Al fin se paran: y uno al otro dice:
“Amigo esa infelice
mucha da compasión...” (Aquí se viene
la maldita inversión, mas de perilla,
por ser cosa sencilla
que si la aman los doctos mentecatos,
como yo, verbigracia,
también la amen los perros literatos).
“Mejor es que dejemos
que esa pobre se vaya,” proseguía
el perro, que sabía
la costumbre tal vez de los humanos.
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LA MITOLOGÍA
AMENODORO URDANETA

Entre todas las religiones paganas, la más extensa es la mitología: también es entre ellas la más poética y aún filosófica por las grandes máximas que en símbolos nos presenta, a pesar de su monstruosidad en otras partes. Esto prueba la impotencia y el capricho de la humana razón, cuando no se apoya en la primera causa de todo lo creado: Dios.
Nótese que expresamente no he dicho que la mitología fue, sino que es la más extensa de las religiones paganas. En efecto, ella no ha dejado de existir. Éste es un hecho, mal que les pese a muchos. Antes era la religión de la razón; hoy lo es del corazón... Y se rinde culto a sus ídolos, que sólo han perdido el nombre de dioses. Para vergüenza del hombre, nadie puede negarlo; y es lastimoso que después de tres o cuatro mil años se le rinda el mismo homenaje a la ambición, al orgullo, a la venganza, etc.
Grandes verdades morales, grandes lecciones y entretenidas invenciones hay en la mitología. Y por eso voy a dar a conocer algunas cosas que no debe ignorar el que quiera tener aún una mediana educación.


Al tiempo lo llamaban Saturno. Era el padre de los dioses: y lo representaban en figura de un anciano comiéndose a sus hijos. Todo lo consume el tiempo.
Júpiter era el rey del Olimpo y Juno era su mujer. Ésta era la Tierra, de la que procede todo. Ella fue madre de todos los dioses.
Neptuno es dios del mar. Apolo o Febo es el sol. Ceres es la diosa de las mieses y las frutas. Rea o Cibeles o Vesta se llamó también la tierra. Venus era la diosa de la belleza y madre de Cupido o el amor.
Vulcano es el símbolo del fuego y el que forja los rayos para Júpiter. Minerva es la diosa de la sabiduría y de la guerra, inventora de las ciencias y las artes: por esto, los antiguos poetas la invocaban a menudo.
Marte es el dios de la guerra. Mercurio, protector de los viajeros, pastores, oradores, poetas y ladrones, era el mensajero de los dioses. Baco, dios del vino, tuvo gran veneración en Oriente y hoy en todos los cuatro vientos. Diana es la luna. Estos son los principales.
Siguen los semidioses y los genios, etc. Detengámonos en algunas fábulas curiosas.
Ícaro. Para subir al sol, se puso unas alas de cera: éstas se derritieron al acercarse y cayó en el mar.
Prometeo. En castigo de haber querido arrebatar el fuego divino, los dioses lo encadenaron en una montaña, donde un buitre le roe eternamente las entrañas, que vuelven a renacer para hacer eterno el castigo. Grande lección es ésta para que vea nuestra razón cuán impotente es. El buitre es el remordimiento.
Tántalo y Sísifo. Éste está condenado a subir una montaña con una gran piedra en la cabeza que, al llegar a la cumbre, se cae y rueda hasta el pie; y aquel a aguantar sed a la vista de una fuente que se retira al acercarse él. Símbolo de nuestros deseos desordenados y nuestras esperanzas.
Narciso. El que esté ensimismado aprenda la fábula: Narciso se veía en una fuente y tanto se enamoró de su figura que allí permaneció hasta que se volvió flor.


El Cisne. Esta ave canta con gran dulzura y predice su muerte. En ella se representa la amistad verdadera, pues era un joven que tanto lloró la muerte de su amigo, que quedó convertido en esta ave. Tampoco debemos entregarnos demasiado a los afectos.
Midas. En castigo de una falta, le puso Apolo orejas de burro. Su barbero, que no pudo guardar el secreto, lo murmuró en un hoyo en la tierra: nacieron en el hoyo unas cañas que, con el viento, repetían las palabras del barbero. Un secreto no se debe confiar a nadie.
Otras muchas lecciones se pueden sacar de tan rico minero. Sólo observaremos que todos los dioses vienen del Caos, que es Urano.

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